Para llamarse whisky, una bebida debe tener una graduación alcohólica de al menos el 40%. La especificación exacta varía de un whisky a otro. La mayoría tiene entre un 60 y un 94,6% en volumen como destilado bruto, que luego se reduce. Así, la mayoría de los whiskies tienen una graduación alcohólica de entre el 40 y el 45%.

Hay innumerables formas de disfrutar del whisky. ¡Pruébalo tú mismo y descubre cómo te sabe mejor! Mucha gente asegura beber el whisky solo para degustar todo su aroma. Para ello, vierte entre dos y cuatro centilitros en el vaso. A otros les gusta diluir su whisky con un poco de agua para que los aromas se abran.
Por lo general, el whisky debe beberse a temperatura ambiente, es decir, entre 18 y 22 grados. Por supuesto, también se puede beber con hielo o como trago largo o cóctel. Es mejor utilizar cubitos de hielo grandes y redondos que no se derritan tan rápido.

El vaso badecuado para el whisky depende en gran medida del tipo de whisky. Es muy popular el vaso de cristal, que es muy bajo y tiene una base estable y pesada. Para un trago largo con whisky, lo mejor es utilizar un highball, un vaso alto y muy delgado.
Se recomienda especialmente una copa de nariz. Esta copa en forma de tulipán debe tener siempre un vientre más ancho que la abertura. Pero no sólo importa la forma de la copa, sino también el material y la capacidad. Por ejemplo, normalmente sólo se debe llenar un vaso de whisky hasta la mitad o justo por encima, con unos dos o cuatro centilitros.

Si no le gusta beber whisky solo, hay muchas formas de mezclarlo. Es popular beber whisky con cola y hielo. Algunos tipos de whisky también son ideales para cócteles y tragos largos. 
Los cócteles más populares son el Manhattan, en el que se mezcla whisky con vermut, o el conocido Old Fashioned. Aquí se añade agua, azúcar y amargos de cóctel al whisky. El whisky también puede disfrutarse como bebida caliente, por ejemplo como un ponche caliente, un cóctel con especias o, como es muy popular en Asia, con té verde.

La producción de whisky varía mucho según la variedad y el origen. Sin embargo, los tres ingredientes básicos, grano, agua y levadura, son los mismos. El proceso puede resumirse en siete pasos:

1. Malteado: se prepara el grano
2. Horneado: se seca el grano con alor
3. Fresado: se tritura o muele el grano de forma gruesa
4. Maceración: se mezcla el grano con agua caliente, convirtiendo el almidón en maltosa
5. Fermentación: se lleva el puré a fermentar
6. Destilación: se separa el alcohol del mosto, en el caso del whisky también dos o tres veces, según la variedad en alambiques de cobre (pot stills) o en un proceso de alambique de columna (column stills)
7. Conservación: se almacena en barricas de roble durante al menos tres años.

A diferencia del vino, el whisky no debe guardarse tumbado, sino en posición vertical. Es preferible guardarlo en un lugar un poco más oscuro que no esté expuesto a la luz solar directa, como en un sótano o una despensa.
Lo mejor es guardar el whisky en un lugar con una temperatura constante, a temperatura ambiente, entre 18 y 22 grados. Si la botella ya ha sido abierta, también es conveniente una habitación ligeramente más fría.

Afortunadamente, el whisky no puede estropearse en el sentido de que que caduque. Pero puede cambiar o incluso perder su sabor con el tiempo. Para evitarlo, asegúrate de no dejar nunca la botella abierta durante demasiado tiempo, sino de cerrarla siempre de forma segura.
Puedes utilizar de seis a doce meses como guía aproximada. Durante este tiempo, el whisky debe permanecer abierto para poder beberlo con su sabor original e inalterado.